En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica
me comprometo solemnemente a consagrar mi vida
al servicio de la humanidad.
Conservaré a mis maestros el respeto
y el reconocimiento a que son acreedores.
Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad.
La salud y la vida del enfermo
serán las primeras de mis preocupaciones.
Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí.
Mantendré, en todas las medidas de mi medio,
el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica.
Mis colegas serán mis hermanos.
No permitiré que entre mi deber y mi enfermo
vengan a interponerse consideraciones de religión,
de nacionalidad, de raza, partido o clase.
Tendré absoluto respeto por la vida humana, desde su concepción.
Aún bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos
contra las leyes de la humanidad.
Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor.